domingo, 7 de noviembre de 2010

El otoño de las certezas


Como ciego que ve la primera luz; o como el más oscuro ser de la noche; como ladrón descubierto in fraganti. Abro las ventanas y veo el Cielo; siento el sol en mi pupila. Me encandilo, me enceguece, me duele.
La angustia licúa el metal en mi cintura; cicatriz que no cura por segunda. Magma sellado que pugna por salir; réplicas que derrumban cada nuevo ladrillo.
Debo sanar, debo construir. Debo resistir.
La arena esquizofrénica es el campo; Él versus él, el versus yo, yo versus yo; Un round para cada uno… o ninguno; la campana no suena. Demasiado calor, demasiada luz
Puedo soportarlo, le voy a ganar... me voy a ganar. Siempre lo hice, pero esta vez...

Cuando los rojos de la máscara hayan caído; cuando el sol ya no moleste; cuando dos por siete sea catorce, y el metal vuelva a ser fuerte; Voy a mirar mi cicatriz como a un trofeo, como a un tatuaje marcado con espadas; Y te voy a decir nada más a vos, mi confidente: Así es vivir.

Y sólo entonces, cuando caiga la última certeza, como fruta que por madura se aplasta contra el suelo, quizás ahí pueda terminar este relato; Y sólo entonces quizás pueda decir lo que hoy quisiera;

Cuando a la sazón quizás ya no signifique nada saber si he ganado, perdido o empatado, un temblor removerá las montañas que todavía queden. Y descubriré entre las grietas humeantes las semillas de las certezas caídas.

Y volveré a decirte lo que hoy todavía te digo: Te quiero

16 de junio de 2010

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