Ojalá pudiera volver en el tiempo, conocerte de nuevo para hacer otra historia. Encontrarte libre, encontrarte deseosa, verte posible, sentirte deseada, hechos a medida, vos para mí y yo para vos; Que las intenciones se crucen y los relojes queden quietos, que tu mirada refleje mi palabra y mi voz traduzca tu alma
Ojalá fuera cierto, ojalá se pudiera.
Dios no te olvides, te imploro; Quiero soñarlo esta noche
(Henry Leinad)
martes, 18 de junio de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
martes, 9 de abril de 2013
Amamos
Amamos a quien queremos, pero no queremos que cualquiera nos ame. Amar es egoísmo de máxima pureza
miércoles, 3 de abril de 2013
El perdón
El perdón es un mecanismo de los débiles que se comen las uñas cuando en realidad le quieren comer los ojos al ofensor
miércoles, 13 de marzo de 2013
sábado, 9 de marzo de 2013
martes, 26 de febrero de 2013
El mandato cultural
La fuerza de un mandato cultural es proporcional al
menoscabo del yo que produce en los individuos
Esto no se trata del análisis de la teoría freudiana, nada más alejado de esa intención. Se trata de una idea en borrador que trae sobre el tapete el papel de la sociedad y sus mandatos, en algún caso necesarios, en otros innecesarios y en otros francamente crueles.
(...) Creo que, en rigor de verdad, nadie discutiría que la vida plena es una utopía, y de ahí que la felicidad consista en destellos, nada más (...)
(...) Quizás ocurra que, al nacer, el individuo sea potencialmente feliz, pero la necesidad de pertenecer a la sociedad lo obliga a aceptar sus pautas, los mandatos que la rigen.
Así es que estos mandatos comienzan a roer el yo de los individuos hasta que estos individuos -a quienes hemos de llamar personas- en el mejor de los casos pasan a ser ¨felices de conformidad a las reglas¨ (Tener una creencia, aceptar los normas de ella, contraer matrimonio, tener hijos, trabajar, amar una patria, etc...).
Tan fuerte suele ser el mandato, que el individuo, de notarlo, ni siquiera se atreve a cuestionarlo. Por el contrario él mismo se vuelve un inquisidor al servicio de la sociedad inquisidora, y se vuelve inquisidor de sí mismo. Y así, paulatina e inexorablemente, aquel individuo nacido potencialmente feliz, va entregando pedacitos de su yo hasta quedar reducido a esa nada cuyo colofón es la muerte misma (...).
(...) Creo que, en rigor de verdad, nadie discutiría que la vida plena es una utopía, y de ahí que la felicidad consista en destellos, nada más (...)
(...) Quizás ocurra que, al nacer, el individuo sea potencialmente feliz, pero la necesidad de pertenecer a la sociedad lo obliga a aceptar sus pautas, los mandatos que la rigen.
Así es que estos mandatos comienzan a roer el yo de los individuos hasta que estos individuos -a quienes hemos de llamar personas- en el mejor de los casos pasan a ser ¨felices de conformidad a las reglas¨ (Tener una creencia, aceptar los normas de ella, contraer matrimonio, tener hijos, trabajar, amar una patria, etc...).
Tan fuerte suele ser el mandato, que el individuo, de notarlo, ni siquiera se atreve a cuestionarlo. Por el contrario él mismo se vuelve un inquisidor al servicio de la sociedad inquisidora, y se vuelve inquisidor de sí mismo. Y así, paulatina e inexorablemente, aquel individuo nacido potencialmente feliz, va entregando pedacitos de su yo hasta quedar reducido a esa nada cuyo colofón es la muerte misma (...).
sábado, 16 de febrero de 2013
Matrimonio
Para ciertas personas, el matrimonio es como una carrera
de embolsados, en las que cada miembro de la pareja coloca una pierna en una
bolsa.
... Sólo que no tiene nada de juego
... Sólo que no tiene nada de juego
miércoles, 13 de febrero de 2013
Opresores oprimidos
Los pueblos no oprimen, sólo viven la fantasía de ser amos.
Ellos mismos son oprimidos,
y herramientas para la opresión de otros
Ellos mismos son oprimidos,
y herramientas para la opresión de otros
Libros y películas
Cuando lees un libro, participas en él con tu imaginación; Cuando ves una película de cine, participas en ella con tu ticket. D.D.
martes, 29 de enero de 2013
Hoy
Hoy, cuando te vi, mi corazón
-que por meses venía ¨regulando¨- se aceleró subitamente, como si las
fibras miocárdicas tuvieran memoria de aquellos momentos en que las
palpitaciones eran cosa de cada semana.
Traté a toda costa de evitar tu mirada, porque sabía que me punzaría el alma misma.
Con todo, pude espiarte por el rabillo del ojo; y lo que llegué a ver era bello, elegante, radiante...
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